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En su país natal, Singapur, a este gato se le llama “gato
de alcantarilla”, nombre que refleja tanto su estilo de vida,
como la poca estima que tienen los habitantes de aquel país a
los gatos. Mejor dicho, no sienten aprecio alguno por los gatos.
Por consiguiente, los gatos nativos de aquel país han llevado
una vida miserable durante generaciones, viviendo salvajes en las calles,
y a menudo buscándose protección en las alcantarillas.
El estilo de vida sin duda ha influido en sus cuerpos más pequeños,
comparados con otras razas orientales.
Otro resultado de su estilo de vida se refleja en el poco afecto que
han recibido por parte de los humanos. Con paciencia y suavidad, el
Singapur puede llegar a querer la compañía humana, y dar
su afecto a cambio, aunque siempre de manera reservada. Su origen callejero
también le ha preparado para adaptarse rápidamente a cualquier
circunstancia, pero desde luego prefiere una vida tranquila, al interior.
Esta raza era despreciada e ignorada hasta que los criadores americanos
se interesaron por ella e importaron varios ejemplares. Aunque en Singapur
existen muchas variedades naturales, en Estados Unidos únicamente
se conocen el punteado marfil con marrón y el bicolor atigrado
blanco y punteado.
El pelo es corto y sedoso. El cuerpo pequeño y musculoso, con
el dorso ligeramente arqueado. Las patas son medio largas, con pies
pequeños y ovalados. La cola es medio larga y recta. La cabeza
es redonda,
con una nariz corta, ojos grandes, almendrados y oblicuos, y la barbilla
bien marcada. Las orejas son grandes y redondeadas en las puntas. La
expresión es de alerta continua.
El pelaje debe frotarse regularmente con un guante, a ser posible humedecido
con agua. El singapur come de todo, otra muestra de su pasado callejero.
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